MĂ rius Serra Lluis, Llullu, es nuestro segundo hijo. Tiene unas necesidades peculiares, pero sĂłlo significa que estamos más pendientes de su fragilidad. Nuestro objetivo es que ni su hermana ni nosotros dejemos de hacer nunca nada de lo que harĂamos si no tuviera que ir por el mundo al 15% de rendimiento. No siempre es posible, pero la mayorĂa de veces se trata sĂłlo de hacerlo de otra manera.
En "Quieto" he buscado una forma narrativa de explicar el ambivalente estado emocional que provoca tener un hijo que no progresa adecuadamente. Un estado a menudo expuesto al aguijĂłn del dolor, pero en el que predomina el regocijo y cierto embeleso. Me ha parecido que la mejor manera de hacerlo era rescatar escenas concretas fijadas en la memoria y ponerlas en movimiento. Recuerdos refulgentes. Con las piezas de esta bitácora del dique seco he pretendido componer un espejo. Dorian Gray vendiĂł su alma al diablo para poder ser, más que inmortal, invariable, mientras los estragos del tiempo iban modificando el aspecto del retrato invisible que habĂa escondido en su buhardilla. AquĂ se invierte el proceso. Nuestro hijo ni es invisible ni es el retrato de nadie, aunque se parezca a sus padres y a su hermana. Él y los que son como Ă©l actĂşan de espejos. Todos los que nos miramos en ellos un poco a fondo envejecemos de un modo distinto. Si Dorian Gray hubiese conocido a un llullu nunca se habrĂa conformado con la invariabilidad de los presuntos inmortales. HabrĂa aprendido a mirar en vez de querer ser mirado. A envejecer. Muy probablemente no habrĂa querido ser retratado, sino retrato.
Genres:
Pages