Fuera Mascaras el fin del mundo de fantasía
Luis Rubio Este texto comenzó a formarse en mi mente cuando Andrés Manuel
López Obrador asumió, de facto, el control del país, al día siguiente de las elecciones de 2018. Su mandato fue absoluto e inequívoco y los males que pretende atacar son los problemas centrales de México. Mi diferencia con él no radica en su propósito de atender males ancestrales como la desigualdad, la pobreza y la falta de crecimiento, los asuntos nodales del país, sino los medios que ha decidido emplear para lograrlo, así como su propensión para evadir la realidad política y de la globalidad. Es claro, desde el primer día, que no reconoce límites a su capacidad de actuar y modificar la realidad nacional. Esa realidad sin duda tiene que cambiar para que el país pueda romper con un pasado que no conducía a un mayor bienestar de la población, pero cambiar no entraña hacer tabula rasa de todo lo existente, como pretende el nuevo presidente.
De proseguir por el camino que ha adoptado -uno guiado por obsesiones, ocurrencias y agendas que son incompatibles con su propia visión, expresada una y otra vez en sus discursos y libros- López Obrador acabará dándose contra la pared, como tantos de sus predecesores. Mientras el país siga inserto en los circuitos comerciales y financieros del mundo -de las pocas cosas que se han hecho extraordinariamente bien- no hay forma de evadir realidades tangibles e inevitables como las que se derivan del modo de funcionar
de los mercados o las decisiones de inversión que realizan empresarios e inversionistas, tanto nacionales como extranjeros. Prácticamente no hay país en el mundo que esté libre de los vaivenes que caracterizan a estos dos grupos de actores y México no será la excepción.
El potencial de alcanzar un desarrollo incluyente que disminuya la pobreza y la desigualdad de México es ingente y lo sería más si se rompe con
los impedimentos políticos y sociales -todos intereses lucrando del statu quo- que han mermado y obstaculizado el avance por décadas, si no es
que por siglos. López Obrador tiene la excepcional característica de no tener compromiso alguno con el statu quo, lo que le confiere una enorme libertad, y poder, para enfrentar esos obstáculos. Puede ir por este camino o por el que adoptó tan pronto como ganó las elecciones. El primer camino
conduciría a la transformación del país, el segundo a una crisis más, esas que han empobrecido a la población y diezmado su potencial de desarrollo.
Escribí este libro para entender el momento de México de hoy y explicárselo a mis amables lectores. Habré logrado mi objetivo si consigo que con este argumento se avance la comprensión del reto que enfrenta el país para encararlo mejor.
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