Germán Rozenmacher El señor Lanari no podĂa dormir. Eran las tres y media de la mañana y fumaba enfurecido, muerto de frĂo acodado en ese balcĂłn del tercer piso, sobre la calle vacĂa, temblando encogido dentro del sobretodo de solapas levantadas. DespuĂ©s de dar vueltas y vueltas en la cama, de tomar pastillas y de ir y venir por la casa frenĂ©tico y rabioso como un leĂłn enjaulado, se habĂa vestido como para salir y hasta se habĂa lustrado los zapatos.
Y ahĂ estaba ahora, con los ojos resecos, los nervios tensos, agazapado escuchando el invisible golpeteo de algĂşn caballo de carro de verdulero cruzando la noche, mientras algĂşn taxi daba vueltas a la manzana con sus faros rompiendo la neblina, esperando turno para entrar al amueblado de la calle Cangallo, y un tranvĂa 63 con las ventanillas pegajosas, opacadas de frĂo, pasaba vacĂo de tanto en tanto, arrastrándose entre las casas de uno o dos a siete pisos y se perdĂa, entre los pocos letreros luminosos de los hoteles, que brillaban mojados, apenas visibles, calle abajo. (...)
Genres:
Pages