Alberto Garrido Recuerdo una frase hiriente y siniestra en una novela de Cormac América no tiene cuerpo, América tiene laberintos. Y me atrevo a cambiarAmérica por Cuba (como si no se hubiesen cambiado continuamente, de uno aotro lado), porque en Una casa llamada sueño, el exquisito y extraordinariolibro de poesía de Alberto Garrido, Cuba no tiene cuerpo(s), sino laberintos quese bifurcan como criatura domeñada por Borges, hacia el lado de una ficciónadormilada por esas distorsiones que los grandes textos crean.Quizás Cuba sea el nombre que uno le da a las cosas tristes, a las cosas que notienen lógica, o tal vez sea el nombre de una maldición que no se reconoce.Quizás necesite convencerme de lo contrario. Quizás ese convencimiento duelatambién. A Alberto Garrido le pertenece sufrir muchas de esas descarnadasmetáforas represivas, no tan metáforas en el almacén de incordios políticos yculturales de la Isla. Qué importa que ninguna censura sea auténtica o que,gracias a que unos la perpetúen, otros encumbren la disensión, el descarrío, ladesobediencia, a jerarquía esplendorosa. La censura es el síntoma enfermizo deuna sociedad concentrada en perpetuar una sola voz y muchísimos silencios.CARLOS ESQUIVEL GUERRA
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